miércoles, 30 de abril de 2014

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Alabado sea el que fue joven durante su juventud, alabado el que maduró cuando tocaba, el que supo resistir el hielo de la vida a medida que transcurrían los años, el que nunca se entregó a sueños absurdos, el que no evitó  la sociedad a la moda, el que a los veinte años era un dandi o un libertino y a los treinta formó una buen matrimonio, el que a los cincuenta se sacó de encima las deudas, el que supo ganar fama, dinero y gloria, aquel del cual siempre de ha dicho y se dirá: ¡He aquí un hombre de provecho! ¡Alabado el que escuchó la voz severa de la necesidad terrenal! El que caminó por la vida por la senda intermedia, el camino central con sus pilares indicadores, el que se propuso un objetivo y luchó para conseguirlo, el que sabía porque nació y devolvió el alma al Creador hecho todo un terrateniente o un general.
“Hemos nacido”, dice Séneca, “para hacer el bien al prójimo, pero también a nosotros mismos” (no se puede decir ni más alto ni más claro), y resulta lamentable haber vivido medio siglo y no descubrir, examinando el pasado, más que el paso de unos años perdidos sin provecho alguno. ¡Que triste pensar que la juventud nos fue otorgada en vano, que la escogimos en cada momento, que nos engañó, que nuestros mejores deseos, que los sueños de una fresca imaginación se han ido marchitando uno detrás de otro igual como se pudren las hojas en otoño!
Resulta insoportable contemplar, al imaginar el futuro, una sarta de banquetes, ver la vida como un ritual vacío de sentido, y seguir los pasos de la masa “decente” sin participar de sus pasiones y puntos de vista.




Hoy 30 de abril traspaso la 5ª década. “Qué me quiten lo bailao”

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