martes, 22 de abril de 2014

LOLITA



Domingo. El ondulante calor todavía con nosotros; una semana muy favorable. Esta vez escogí una posición estratégica, con un obeso periódico y una pipa nueva, en la mecedora de la galería, antes de que llegara L. Con gran decepción mía, apareció con su madre, las dos en mallas de dos piezas, negras, nuevas como mi pipa. Mi amor, mi adorada estuvo un momento junto a mí –quería las historietas–, y olía casi como la otra niña de la Riviera, pero más intensamente, con armónicas más ásperas –un olor tórrido que me puso en movimiento de inmediato… –, pero L. ya me había arrancado de un tirón la sección codiciada para retirarse a su estera, cerca de su mamá paquidérmica. Allí mi belleza se echó boca abajo, mostrándome, mostrando a los mil ojos desorbitados en mi sangre, sus omóplatos ligeramente prominentes y la pelusilla en la ondulación de su espinazo... En silencio, la alumna de sexto grado disfrutaba de sus historietas verdes, rojas, azules. Era la nínfula más encantadora que pudiera recordar... Mientras observaba a través de napas de luz prismáticas, con labios secos, concentrando mi guía y meciéndome levemente bajo mi periódico, sentí que mi percepción de L., debidamente enfocada, podía valerme de inmediato una bienaventuranza de suplicante, pero como un ave de rapiña que prefiere una presa en movimiento a otra inmóvil, me las ingenié para que esa lastimosa conquista coincidiera con uno de los varios movimientos infantiles que L. hacía de cuando en cuando mientras leía, por ejemplo, para tratar de rascarse la mitad de la espalda, revelando una axila punteada. Pero, de pronto, la gorda Haze lo arruinó todo volviéndose hacia mí y pidiéndome fuego, para iniciar una conversación so pretexto de un libro lleno de patrañas, escrito por cierto popular farsante.



VLADIMIR NABOKOV, nació el 22 de abril en San Petersburgo, el 1899.

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