- La naturaleza –le indiqué- es la voz de Dios que los
hombres desobedecen ante el peligro, y, si de esta manera hemos sido reunidos
por el milagro del amor, es que hay una correspondencia divina entre nuestras
almas, que debemos estar hechos –le dije- el uno para el otro. Necios rebeldes
deberíamos ser –exclamé-, contra Dios, para no seguir este impulso.
Ella sacudió la cabeza.
- Se irá usted hoy –repitió-: luego, haciendo un ademán,
en tono repentino, agudo-: no, hoy no –exclamó-; mañana.
Pero ante aquel indicio de ablandamiento, la fuerza me
llegó como un torrente. Estiré los brazos y la llamé por su nombre: ella se
inclinó y se abrazó a mí. Las colinas danzaron, la tierra se estremeció, la
conmoción me dejó ciego y mareado. Y, un instante después, ella me rechazaba
violentamente de mis brazos y huía con la rapidez de una corza por entre los
alcornoques.
Permanecí de pie y grité a las montañas, me volví y
regresé a la residencia, caminando sobre nubes. Me había dicho que me fuera y
yo sólo había tenido que llamarla por su nombre para que viniera a mí. Tales
eran las debilidades de las mujeres, debilidades de las cuales ni ella, la más
extraña criatura de su sexo, estaba exenta. ¿Irme? No, Olalla. ¡Oh, no, Olalla,
mi Olalla!
ROBERT LOUIS STEVENSON, nació el 13
de noviembre de 1850, en Edimburgo
Buenas!! Cuántos tiempos! Yo creo que todos tenemos un poco de Dr Jekyll y otro poco de Mr Hyde cuando nos tocan..las narices jaja. El caso es que predomine lo bueno, que sino mal vamos :)
ResponderEliminarMuy buenas. Perdida te tengo Patri. Y ahora reencontrada, por fin.
EliminarEstoy de acuerdo contigo de que todos guardamos un esqueleto en el armario. El más bien pintado, el día menos esperado te sorprende haciendo locuras. Y es que ser siempre bueno, aburre un poco.
Se trata de encontrar el punto medio que equilibre la balanza.
Besos.